Lecturas para releer


José Mª de Areilza publicó en Austral, entre los años 1986 y 1986, dos libros que son recopilaciones de artículos suyos en la prensa de aquellos tiempos, dos libros de valor inestimable para todos los amantes del paisaje y de los viajes, en general.
Escritos con una prosa precisa y enriquecedora a la vez que llena de apuntes de caminantes y viajeros, se juega en ellos con la estrecha conexión entre el paisaje y la historia, añadiendo semblanzas de gentes que han dejado huellas, tratadas con extrema buen gusto.
Como se dice en el prólogo, remitiéndose a una frase de Álvaro Cunqueiro, son libros "para hacerse amigo de ellos."


Son libros para releer; a mí me deleitaron en tiempos pasados y, todavía, acudo a ellos, siempre en busca de sensibilidad, de aire fresco y del incontenible deseo de conocer lugares nuevos.
Para excitaros los jugos gástricos, me limito aquí a transcribir un párrafo del artículo "Abril en Florencia",  publicado en El País de 10 abril 1980 y sacado de Prosas escogidas,

He visto brotar abril en Florencia. La primavera toscana, tímida todavía, tiene, sin embargo, un peculiar esplendor. Dicen que fue la luz difusa y dorada de este valle la que despertó en los residentes el amor colectivo a la belleza y a las artes, y la búsqueda incesante de nuevos cánones en la estética representativa. La historia de esta ciudad casi puede resumirse en la gloriosa aventura de ese reiterado descubrimiento. Aquí nacieron, en extraña e impresionante simultaneidad, la lengua italiana, la poesía lírica, el paisaje como estado del alma, la resurrección de la olvidada cultura clásica y la pintura y la escultura de los tiempos modernos.


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