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Poema de Adriano

Según la Historia Augusta el emperador escribió un poema en su lecho de muerte: Pequeña alma, blanda, errante Huésped y amiga del cuerpo ¿Dónde morarás ahora Pálida, rígida, desnuda Incapaz de jugar como antes...? P. Aelius Hadrianus Imp. M. Yourcenar termina su libro Memorias de Adriano desarrollando en prosa el mismo tema: Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrá que renunciar a los juegos de antaño. Todavía un instante miraremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver... Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos...

El collar de la paloma

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Sobre las señales del amor: Me quedé con ella a solas, sin más tercero que el vino, mientras el ala de la tiniebla nocturna se abría suavemente. Era una muchacha sin cuya vecindad perdería la vida. ¡Ay de ti! ¿Es que es pecado este anhelo de vivir? Yo, ella, la copa, el vino blanco y la oscuridad parecíamos tierra, lluvia, perla, oro y azabache. Ibn Hazn de Córdoba

El águila y el caracol

A todos nos gusta citar de vez en cuando una fábula, quizás porque nos retrotrae a los tiempos de nuestra infancia, recordando casi siempre las de  Iriarte  y  Samaniego , los dos clásicos fabuladores de la lengua castellana. Sin embargo olvidamos a  Juan Eugenio Hartzembuch , el gran literato del siglo XIX que también hizo gala de su ingenio desarrollando su crítica social en sus menos conocidas  Fábulas . Y es una lástima porque son una verdadera joya y porque, algunas de ellas podrían exhibir su enseñanza en los tiempos que corren. Y hay una que, de manera particular, me viene a la mente, cuando miro a mi alrededor o, simplemente, cuando escucho algún telediario. Se trata de  El águila y el caracol :       Vio en la eminente roca donde anida       el águila real, que se le llega       un torpe caracol de la honda vega,       y exclama sorprendida:       -¿Cómo, con ese andar tan perezoso,       tan arriba subiste a visitarme?       -Subí, señora, contestó el baboso,